Rosa, rosa, rosam, rosae, rosae, rosa.
Vestir a las niñas de rosa, aunque ellas mismas lo pidan a gritos, es machista, retrógrado y las condena a inmolarse en el altar de la desigualdad. Que lo sepan.
MenuNadie puede enjaular los ojos de una mujer que se acerca a una ventana, ni prohibirles que surquen el mundo hasta confines ignotos. Carmen Martín Gaite.
Hace unos días (dos creo), muté mi dócil yo me quedo en casa por un en arresto domiciliario. No es una declaración de rebeldía, sólo un intento de contar en tres palabras, de romper el silencio de la desconfianza ante unos gobernantes a los que escucho de reojo.
Hace unos días (dos creo, puede que tres), muté mi dócil yo me quedo en casa por un agrio en arresto domiciliario. No es una declaración de rebeldía, sólo un intento de contar en tres palabras, de romper el silencio de la desconfianza que siento ante unos gobernantes a los que escucho de reojo. Eso cuando los escucho.
Pero antes, voy a hablar de Yuval Noah Harari.
Para decirlo rápido, Yuval Noah Harari es un historiador israelí, académico de la Universidad Hebrea de Jerusalén, conocido por sus ensayos De animales a dioses, Homo Deus o 21 lecciones para el siglo XXI.
El pasado día 20, el viernes, escribió en el Financial Times un extenso artículo sobre la crisis del coronavirus. Un articulazo (el articulazo) en el que aborda esta pandemia global con realismo, rigor y ejemplos. Sin añadir más drama al implícito en este tsunami mundial de miasmas que cada cual bandea como puede, la mayoría sometidos a las decisiones de políticos irresponsables, carentes de liderazgo e incapaces de encabezar y poner en práctica una respuesta global, efectiva y coordinada.
Enfrenta las políticas totalitarias —como la de China— con las que han apostado por la cooperación ciudadana, el intercambio de información científica, la responsabilidad individual y la solidaridad: Corea del Sur, Taiwán y Singapur. Ambos sistemas han servido para cortar de manera eficaz la propagación del virus, reducir al máximo el número de muertos y racionalizar los recursos científicos y médicos. Pero las consecuencias a largo plazo van a ser bien diferentes para unos y otros.
“Al elegir entre alternativas, debemos preguntarnos no solo cómo superar la amenaza inmediata, sino también qué tipo de mundo habitaremos una vez que pase la tormenta. Sí, la tormenta pasará, la humanidad sobrevivirá, la mayoría de nosotros aún viviremos, pero habitaremos en un mundo diferente”, escribe antes de entrar a saco a analizar las diferencias entre una población vigilada y castigada gracias a la tecnología y otra, llamada a la cooperación voluntaria y al esfuerzo. Con la ayuda de la tecnología y los avances de la ciencia, obvio. Pero, y sobre todo, con la información veraz y honesta.
Según Harari, “un pueblo motivado y bien informado es mucho más poderoso y efectivo que un pueblo vigilado e ignorante”. De ahí el éxito de la convocatoria coreana.
¿Por qué os cuento todo esto?
Porque es precisamente la honestidad lo que no percibo en la mayor parte de los dirigentes y portavoces sanitarios patrios. Cada vez que los veo ante nosotros, investidos de una dignidad impostada, lanzando al aire palabras vacuas, como de libro de autoayuda de pacotilla, me recorre la espalda una especie de ira mal contenida.
Porque en estos largos días en los que sólo suceden muertos, contagiados y dolor pegado a la piel como una sábana helada, no se necesita un régimen de vigilancia todopoderoso que trate a la ciudadanía adulta como a criaturitas incapaces sin aportar datos ni estadísticas fiables; sin saber si dicen la verdad ni qué se cuece tras los plasmas con los que se protegen. No son necesarios políticos en modo épico llamando a la guerra contra el virus, sino equipos de protección adecuados, respiradores para los hospitalizados, test a mansalva para todos.
Por mí, por los míos, por el resto de personas a quienes no tengo ningún derecho a poner en peligro y pese a la desconfianza que me provoca este desgobierno, seguiré sin salir de casa. Lo haré sin saber si tienen un plan o van improvisando. O peor, si no van improvisando y siguen un plan predeterminado, perverso. En definitiva, seguiré en arresto domiciliario. Por ahora, indefinido.
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Sugerencia: leed el artículo, por favor. Si tenéis ganas y ocasión.
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