Nadie puede enjaular los ojos de una mujer que se acerca a una ventana, ni prohibirles que surquen el mundo hasta confines ignotos. Carmen Martín Gaite.
Hace unos días (dos creo), muté mi dócil yo me quedo en casa por un en arresto domiciliario. No es una declaración de rebeldía, sólo un intento de contar en tres palabras, de romper el silencio de la desconfianza ante unos gobernantes a los que escucho de reojo. ☞
Y me quedo en casa y me cuesta concentrarme. Salto de una página a otra. Da igual virtual o en papel. Los primates del cerebro siguen a lo suyo. Con su habitual indisciplina, se columpian agarrados a mis neuronas. ☞
Es domingo y aún nada parece raro. Estamos los tres en casa como cualquier mañana festiva, haciendo lo que solemos en cualquier mañana festiva. Únicamente las calles vacías, el silencio que desborda las aceras me recuerdan que vivimos una situación anormal. ☞
Madge Gill nació en el East End londinense en 1882. Olvídense del fascinante espacio artístico, vibrante, bohemio y hipster del siglo XXI. En la época victoriana el barrio era un reducto marginal, desordenado e insalubre. ☞
De eso he venido a hablar hoy, del Kimbell Art Museum. Se encuentra en Fort Worth, cerca de Dallas, un paradigma de la exquisitez en mitad las grandes llanuras texanas. ☞