Nadie puede enjaular los ojos de una mujer que se acerca a una ventana, ni prohibirles que surquen el mundo hasta confines ignotos. Carmen Martín Gaite.
En otoño las calles no duelen. Ni la lluvia. Al contrario. El otoño calma y colma la sed de sosiego. Las esquinas se redondean, se vuelven sinuosas. Nada pincha. ☞
Cae la tarde plomiza y gris. Demoledora, la incesante lluvia impone su luz mortecina; todo cede ante su inquietante cadencia, silenciosa, implacable. El asfalto de las calles vacías se funde con un cielo tan sombrío y amenazador que nadie se atreve a perturbar. ☞
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