Nadie puede enjaular los ojos de una mujer que se acerca a una ventana, ni prohibirles que surquen el mundo hasta confines ignotos. Carmen Martín Gaite.
“Menos pensar y más obedecer”. Esa parece ser la consigna de estos nuevos líderes patrios arrogados de soberbia e ínfulas mesiánicas cuyo principal objetivo no es otro que perpetuarse en el poder. ☞
Hago como que voy a salir. Ante el espejo del recibidor me despojo de un par de abalorios —Gabrielle tenía razón—, y me despeino un poco. Sí, así mejor. Es 20 de abril. ☞
Son extraños los tiempos estos de surrealismo áspero, de viajes interiores hacia espacios fronterizos donde se desatan los motines del cautiverio en la más absoluta privacidad, la de uno mismo. Y sólo queda una tarea: lidiar con los propios demonios hasta que el nuevo día te deje escuchar otra vez su música. ☞
Ahora que nada sucede, abrir la ventana implica asomarse a un abismo abarrotado de ausencias y silencio, a un vacío de cemento que se balancea sin ganas. Al tiempo, se ha convertido en el antídoto contra el encierro; el único recurso para escapar del cautiverio impuesto. ☞
Hace unos días (dos creo), muté mi dócil yo me quedo en casa por un en arresto domiciliario. No es una declaración de rebeldía, sólo un intento de contar en tres palabras, de romper el silencio de la desconfianza ante unos gobernantes a los que escucho de reojo. ☞
Y me quedo en casa y me cuesta concentrarme. Salto de una página a otra. Da igual virtual o en papel. Los primates del cerebro siguen a lo suyo. Con su habitual indisciplina, se columpian agarrados a mis neuronas. ☞
Es domingo y aún nada parece raro. Estamos los tres en casa como cualquier mañana festiva, haciendo lo que solemos en cualquier mañana festiva. Únicamente las calles vacías, el silencio que desborda las aceras me recuerdan que vivimos una situación anormal. ☞
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