Nadie puede enjaular los ojos de una mujer que se acerca a una ventana, ni prohibirles que surquen el mundo hasta confines ignotos. Carmen Martín Gaite.
A Ana María Matute, que no le gustaba pronunciar discursos porque nunca dejó de ser Ana, no le quedó más remedio que pronunciar el más difícil, comprometido y arriesgado de su vida —dice—, un 18 de enero de 1998 cuando se sentó por primera vez en sillón K de la Real Academia de la Lengua Española. ☞