Nadie puede enjaular los ojos de una mujer que se acerca a una ventana, ni prohibirles que surquen el mundo hasta confines ignotos. Carmen Martín Gaite.
Ayann Hirsi Ali: «Mis opiniones sobre el islam se basan en mi conocimiento y experiencia como musulmana, después de vivir en sociedades musulmanas –incluida La Meca, el corazón de la fe islámica– y de mis años de estudio
del islam como practicante, estudiante y profesora». ☞
A Ana María Matute, que no le gustaba pronunciar discursos porque nunca dejó de ser Ana, no le quedó más remedio que pronunciar el más difícil, comprometido y arriesgado de su vida —dice—, un 18 de enero de 1998 cuando se sentó por primera vez en sillón K de la Real Academia de la Lengua Española. ☞
Llevaba Teresa de Ávila varios meses en el prestigioso internado de las Agustinas y se iba haciendo a la vida monacal, al perfeccionamiento en el estudio de la religión, el fervor y la práctica de la virtud y la austeridad. ☞
Si nos ceñimos al canon, la lista de clásicos literarios españoles es sencilla. Desde el Lazarillo de Tormes hasta Delibes y su retrato de la España rural de mediados del siglo XX, el legado literario patrio abarca infinidad de textos y autores. ☞
Dicen que un libro no se juzga por su cubierta y eso es cierto, salvo cuando el exterior del mismo es de por sí una obra de arte. En estos casos, el caparazón anticipa el suculento manjar que nos aguarda. Porque no se trata de libros al uso, sino de libros de lujo, auténticos objetos de culto cuyo contenido está vinculado a las artes y al facsímil. ☞
Después de la contienda y el exilio en París, Pío Baroja regresa a Madrid. Es 1940. Tiene entonces 68 años y cerca de cien libros publicados. Se instala en el cuarto piso de la calle Ruiz de Alarcón 12. ☞
Es 1904. En la mayor parte de las casas madrileñas no hay electricidad ni calefacción central. Tampoco en el número 34 de la calle Juan Álvarez Mendizábal. La casa de Pío Baroja. ☞
A Ayn Rand la han llamado sectaria, racista, dogmática, antifeminista, radical… Eso en los días buenos. Sin embargo, ella no estaba dispuesta a hacer la más mínima concesión. Inmolarse en el altar de lo colectivo no entraba en sus planes de vida. ☞
Fueron las feministas de los setenta quienes recuperaron la apasionada voz literaria de Mary MacLane, su insolencia y sensibilidad, su fascinante vida, su trágico fin. ☞
Mientras escribe agitada por el levante gaditano, lee en Internet —las cosas estas de la era digital— una historia de mujeres, de una mujer. Habla de amor y rebeldía. La historia. También de ira y de obstáculos. ☞
Lucia Anna Joyce nació en 1907, en la sala para indigentes de un hospital de Trieste. En aquel momento sus padres, James Joyce y Nora Barnacle, vivían en Italia como refugiados tras huir de las miserias de Dublín. ☞
No podía imaginar que su ansia por devorar a hurtadillas los poemas de ese tal Neruda —de quien tanto había oído hablar escondida como una espía, cuando Pelayo y sus amigos se amontonaban en la trastienda para trapichear con la cultura— iba a desembocar en esa especie de callejón sin salida en el que ahora se encontraba. Pero cuando el azar se empeña en llevarnos la contraria no hay manera de frenarlo.
Y ahí se veía pequeñita, perdida entre la inmensidad de su zozobra, muy superior a la que había calculado. Porque aunque se negaba a pensar en ello, no era el poeta chileno ni su lectura frustrada; ni la milagrosa arquitectura de libros escondidos desafiando al vacío, ni el maldito poli chulo que le había desbaratado la furtiva mañana. ☞
— Pero cuando el policía ese de ahí fuera me abordó —por qué es policía, ¿no?— se me congeló el valor…
— A ver, Úrsula… Porque no me irás a decir que tampoco es tu verdadero nombre, ¿verdad? — Pelayo, abandonando por completo cualquier tratamiento formal, aprovechó su débil titubeo para recuperar un discurso coherente aunque los destellos de esos rizos castaños seguían turbándole como si fuera un chiquillo— Sí es un poli. De la Brigada Político Social. Pereira se llama, pero no te apures, él no es el problema. Lo conozco y no es de los peores.
Pues no será de los peores, pensaba Úrsula sin abrir la boca, pero fue uno de los que detuvieron a mi hermano. Lo recordaba muy bien. Claro que a Ignacio no se le ocurrió nada mejor que apoyar las huelgas de los mineros asturianos y al final pasó lo que tenía que pasar. ☞
— ¿El tipo la gabardina? —contestó mientras encendía un cigarrillo con la única esperanza de aplazar el momento de explicarle a la chica el trajín furtivo que se cocía en la trastienda— Imperturbable.
Como si le hubiera leído el pensamiento Úrsula se acercó a él, se quitó las gruesas gafas de pasta negra que hasta entonces había llevado como parte de su fisionomía, dejó la taza de café negro sobre la mesa y con un gesto desenvuelto impropio de ella tomó la cajetilla que Pelayo aún sostenía entre las manos.
— Puedo, ¿verdad? —su voz pausada era casi un susurro.
Desconcertado, asintió con la cabeza y sólo atinó a alcanzarle el mechero. ☞
No corren buenos tiempos para la literatura en este país famélico, gazmoño y tan escaso de cultura —amén de necesidades mucho más apremiantes— como sobrado de prejuicios y represión, cavilaba Pelayo subiéndose el cuello de abrigo para protegerse de la fina lluvia de noviembre que empapaba de gris y melancolía el domingo madrileño. Agachó la cabeza, apretó el paso pues aquello arreciaba adornado además con la danza rojiza de la hojarasca que se arremolinaba al son del viento. Allí estaba apostado en la esquina, impasible, como si el frío y la lluvia no fueran con él. Pasó por su lado ignorando su presencia y bastante desconcertado ante la pasividad del policía que ni siquiera hizo ademán de detenerle. ☞
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