El bucle
Te levantas, es tarde. Has dormido mal. Te duele la cabeza. Despacio, vas a la cocina. Piensas en todo y en nada, en ella… El bucle.
MenuNadie puede enjaular los ojos de una mujer que se acerca a una ventana, ni prohibirles que surquen el mundo hasta confines ignotos. Carmen Martín Gaite.
Una pasión infinita, pagana, mórbida, casi obsesiva, inconcebible y enfermiza para algunos, codiciada por otros, a veces incomprendida, eternamente mágica. Mía sólo mía, y de ellos, por ellos, para ellos. Todos iguales, todos distintos.
Me gusta contemplarlos así, inmóviles, espectantes, esperando la caricia de mis dedos, el susurro de mis labios, una orden, un suspiro. Ordenados algunos, caóticos otros, pero todos en su sitio me devuelven la sonrisa y la mirada, me complacen, me pasean, me llevan y me traen, navegamos juntos.
Galanes silenciosos, amantes sumisos que solo ansían un cumplido para colmar mis deseos y calmar mi incertidumbre; tiernos, nobles, ¡tan obedientes y humildes que ignoran su poder!
Canallas rebeldes, agitadores del alma, guerrilleros que derraman mis sentidos y, con unas cuantas letras, son capaces de revolver mis entrañas, provocadores insensatos que reclaman mi razón para convertirla en delirios imprudentes, ¡tentadores alocados de otros mundos!
Su tacto suave, su olor indescriptible, las letras de sus títulos bailan en mis pupilas y arrancan todo su brillo. Fieles como nadie, ellos, mis fetiches, mis libros.
(*) Nota: Siempre he tenido esa tendencia irrefrenable de acumular libros; todos ellos leídos, algunos más, otros algo menos, algunos manoseados hasta la saciedad, otros glosados, otros –los menos- casi abandonados, ninguno olvidado.
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