Diálogos de Libro

Nadie puede enjaular los ojos de una mujer que se acerca a una ventana, ni prohibirles que surquen el mundo hasta confines ignotos. Carmen Martín Gaite.

Menu

Cuatro siestas. II- Otoño.

Cae la tarde plomiza y gris. Demoledora, la incesante lluvia impone su luz mortecina; todo cede ante su inquietante cadencia, silenciosa, implacable. El asfalto de las calles vacías se funde con un cielo tan sombrío y amenazador que nadie se atreve a perturbar.

Cae la tarde plomiza y gris. Demoledora, la incesante lluvia impone su luz mortecina; todo cede ante su inquietante cadencia, silenciosa, implacable. El asfalto de las calles vacías se funde con un cielo tan sombrío y amenazador que nadie se atreve a perturbar.

En el interior de la silenciosa habitación el viento húmedo se cuela por la ventana entreabierta para admirar con descaro el bello cuerpo de una mujer que se estremece entre sueños ante tan inesperada intromisión. El libro abierto se debilita entre sus manos que se afanan en atrapar la manta. Mientras el tiempo languidece, todo parece detenerse para contemplar la cortina de agua que no cesa. Ella se revuelve de nuevo, se esconde entre los pliegues de la manta que consigue arrastrar sinuosamente hasta sus hombros. Se refugia en su suavidad y se queda quieta, al fin ha encontrado la postura. Suspira dulcemente, su expresión recupera el sosiego, sonríe a pesar de la descarada brisa que acaricia su rostro. O tal vez por esa caricia furtiva… ¿quién sabe? Sueña y murmura algo ininteligible, acaso un nombre masculino, y un escalofrío recorre su cuerpo, el frío recuerdo de un tórrido verano mucho más poderoso que la  tarde lluviosa que trata de diluirlo. Lentamente…, todo transcurre lentamente, adormecido y cansino. Todo, menos el recuerdo.

Reina. 27 de junio de 2011

3 Responses to Cuatro siestas. II- Otoño.

Comments are closed.

Newsletter

La forma más sencilla de estar al día de todo lo que se publica en Diálogos de Libro.

Puedes ejercer en cualquier momento tus derechos de acceso, rectificación, cancelación y oposición sobre tus datos.

Relatos

El bucle

Te levantas, es tarde. Has dormido mal. Te duele la cabeza. Despacio, vas a la cocina. Piensas en todo y en nada, en ella… El bucle.

Ana M. Serrano

Fantasma.

La buscaba porque vivía oculta, al margen del ruido del mundo, de las miserias del mundo, de sus propias miserias. La buscaba porque sólo la intuía en la penumbra, como un fantasma de sí misma.

Ana M. Serrano

Junio ardiente.

En Madrid no es primavera hasta que junio te empuja a enfilar el parque temprano, antes de que los excursionistas urbanos adopten su condición de horda, tomando por asalto el espacio reservado a la poesía.

Ana M. Serrano

Los días azules.

Hay días así. Azules, blanditos. Días esponjosos que huelen a oxígeno, a cruasán de mantequilla, a libro de papel, a ratos de infancia.

Ana M. Serrano

Primavera, Notre Dame y otros delirios.

Es abril y llueve. Camuflada tras un visillo miro la lluvia caer y pienso. Y entonces recuerdo otra mañana igual de lluviosa y agreste, cuando no estaba en casa, sino en la calle.

Ana M. Serrano