Diálogos de Libro

Nadie puede enjaular los ojos de una mujer que se acerca a una ventana, ni prohibirles que surquen el mundo hasta confines ignotos. Carmen Martín Gaite.

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Casualidad-III

Desde aquella tarde, marcado por el sabor de un beso y el recuerdo de una mujer, sobre las siete entraba en el café  pedía una cerveza, tomaba el manoseado periódico del día y se acodaba en la barra esperando la tormenta y verla entrar…

Miraba la mesa vacía, ansiaba el beso licuado, anhelaba el abismo de sus ojos y se abandonaba en la magia de un segundo, de una eternidad. Vagabundo.

_ Señor…

Ignacio continuaba ensimismado, perdido en el lienzo de un lluvioso día de abril.

_ Señor, diculpe -el camarero se dirigía a él con timidez- su cerveza.

_ ¡Ah, si! Gracias.

_ Señor, yo… -vacilaba, tan joven, tan educado, tan discreto- verá, es que…, bueno yo quería… A ver, antes venía todos los días, se sentaba en el mismo rincón, no hablaba con nadie, a veces sonreía… Y, no me atrevía a decírselo pero la última tarde olvidó esto- y lo soltó de carrerilla,  arrancando de un tirón y mostrando a Ignacio un cuaderno.

Casualidad, azar, destino, suerte… Algunas veces se unen, conspiran y el mundo se detiene, como el torbellino de sentimientos se detuvo un instante dejando espacio al ciclón de latidos y la ráfaga de dudas.

El cuaderno se movía entre sus dedos temblorosos, no se atrevía a abrirlo: un asalto a la intimidad contra el ansiado deseo de encontrarla… Confuso, nervioso… Ignacio sólo era emoción: _ ¿tu estás tonto, tío?, abre el maldito cuaderno, ¡total no creo que haya escrito su diario en una libreta que deja olvidada por ahí! Frases sueltas, cadenas de palabras, números, papeles revueltos, ¡una multa!, ¡por Dios, una multa! Su coche, su nombre, su dirección…

A veces, sólo a veces la casualidad, el azar, el destino, la suerte conspiran a tu favor y el mundo gira de nuevo.

Reina. 10 de marzo

 

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