El bucle
Te levantas, es tarde. Has dormido mal. Te duele la cabeza. Despacio, vas a la cocina. Piensas en todo y en nada, en ella… El bucle.
MenuNadie puede enjaular los ojos de una mujer que se acerca a una ventana, ni prohibirles que surquen el mundo hasta confines ignotos. Carmen Martín Gaite.
El local se fue llenando de gente, de ruido, de conversaciones, de calor, de humo… Ellos no oían nada ni veían nada, la distancia se acortaba, casi se rozaban.
_ Te vi entrar.
_ Te vi mirarme.
_ Te vi sonreír.
_ Te vi acercarte…
Casualidad, azar, destino, suerte…, ese cúmulo de circunstancias que se unen y conspiran para hacer girar el mundo; todos esos pormenores que hicieron a Ignacio entrar en aquel lugar, aquella tarde y a aquella hora, escapando de una tormenta para arder en un incendio que no tenía la más mínima intención de extinguir. Y ella le tomó la mano, le condujo hacia la mesa donde seguía esperando un café-ya frío-, unos folios desordenados y un cuaderno emborronado. Y sonrió otra vez al ver su expresión de asombro:
_ No vas a entender nada. Trato de dar sentido ese manuscrito infumable, sin estilo y lleno de errores que publicarán como la obra maestra de un niñato de mierda, hijo de un amigo de no se qué gerifalte de la editorial.
Y él se tragó esa sonrisa para no olvidar jamás la sensación de ingravidez mientras flotaba entre el aroma a vainilla, la inmensidad de aquella mirada y el hechizo de su voz. Y ella sintió unas ganas irrefrenables de morder el hoyuelo de su barbilla cuando le preguntó su nombre.
_ Paula -contestó, reprimiendo su impulso.
Y el timbre del móvil no consiguió romper la magia porque ella hablaba y él sólo miraba sus labios. Ni tampoco la lluvia cuando la acompañó a coger un taxi porque empapada era aún más deseable. Y besó aquella boca que se abrió para él.
Sólo cuando perdió de vista su mirada empañada tras los cristales se dio cuenta de que no sabía cómo encontrarla de nuevo.
Reina. 6 de marzo
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