Diálogos de Libro

Nadie puede enjaular los ojos de una mujer que se acerca a una ventana, ni prohibirles que surquen el mundo hasta confines ignotos. Carmen Martín Gaite.

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Haiku o el arte de lo pequeño. I

El haiku es, en apariencia, sumamente fácil de componer sobre todo cuando el poeta no se atiene al esquema de 17 sílabas.

Parte I: el origen del haiku japonés. (*)

“En medio del llanto
canta la alondra
libre de todo”.

M. Basho

El haiku es un poema breve que nace en Japón en el s. XVII gracias al poeta Matsuo Basho.

El haiku tradicional consta de 17 moras –sílabas- dispuestas en tres versos sin rima de cinco, siete y cinco sílabas respectivamente (5-7-5).

En la época de Basho la moda era el haikai-no-renga: una creación colectiva en la que un poeta completaba el poema inicial escrito por otro poeta. Ese primer poema, hokku, consta de 17 sílabas, seguido de otro de 14, y así sucesivamente. El hokku tenía, además, otro requisito: debía incluir una palabra clave –kigo– que describiera la estación del año a la que se refiere (primavera, verano, otoño, invierno, Año Nuevo). Basho desliga el hokku de las cadenas de haikai, dando lugar al haiku. Aunque fue otro poeta, Masaoka Shiki (s.XIX), quien desligó por completo el haiku del hokku y le otorgó su definitiva independencia.

Es, en apariencia, sumamente fácil de componer sobre todo cuando el poeta no se atiene al esquema de 17 sílabas y al uso del kigo. Sin embargo, en esa aparente sencillez se encierra su dificultad porque el haiku es el arte de lo pequeño, el placer de descubrir lo extraordinario en lo ordinario de la vida cotidiana.

Hay que tener en cuenta que el haiku japonés nace en un entorno muy influido por el Budismo; para los budistas la «contemplación» es la clave y mucho más importante que el pensamiento; la realidad no admite comparación ni metáfora alguna, por ello el haiku se refiere a lo que es, no a un elemento interpretativo introducido por el poeta. De la misma manera y debido a la influencia Zen, la idea oriental de la naturaleza dista mucho de la nuestra; en oriente la naturaleza y el ser humano están unidos, discurren por caminos paralelos y encierra las más profundas enseñanzas.

Otra norma importante con respecto al haiku tradicional es la exclusión del uso de metáforas, analogías y del “yo” como pronombre personal. La razón se encuentra en su propia esencia: es un poema inacabado, un diálogo entre el haijin –el poeta– y el lector. La metáfora es, al fin y al cabo, un nexo y como tal no deja sitio a la imaginación.

Si decimos «la luna es una perla», estamos comparando la luna y la perla. El vínculo entre ambas lo representa algo en común: el blanco. Así presentamos al lector una escena totalmente resuelta, sin espacio para que este último recree un sentido.

En cuanto al uso del pronombre personal, es decir, marcar la presencia del poeta de otros en el haiku, la regla general es eludirlo pero tampoco se trata de una prohibición absoluta. Puede utilizarse siempre que el poeta forme parte del evento que se narra como protagonista, no como un simple espectador. Los sentimientos y emociones no se mencionan directamente en el poema, se describen mediante elementos como el color, la estación,…

Por último, es conveniente destacar el tiempo del poema: el presente; el haiku es; es lo que sucede en ese momento y en ese lugar, una invitación a descubrir la vida.

(*) Fuente: Carlos Fleitas. Cómo escribir un Haiku

“Apoyada en un árbol desnudo
de raras hojas
una noche estrellada”.

M. Shiki

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