La librería de las letras olvidadas. III.
— Pero cuando el policía ese de ahí fuera me abordó —por qué es policía, ¿no?— se me congeló el valor…
— A ver, Úrsula… Porque no me irás a decir que tampoco es tu verdadero nombre, ¿verdad? — Pelayo, abandonando por completo cualquier tratamiento formal, aprovechó su débil titubeo para recuperar un discurso coherente aunque los destellos de esos rizos castaños seguían turbándole como si fuera un chiquillo— Sí es un poli. De la Brigada Político Social. Pereira se llama, pero no te apures, él no es el problema. Lo conozco y no es de los peores.
Pues no será de los peores, pensaba Úrsula sin abrir la boca, pero fue uno de los que detuvieron a mi hermano. Lo recordaba muy bien. Claro que a Ignacio no se le ocurrió nada mejor que apoyar las huelgas de los mineros asturianos y al final pasó lo que tenía que pasar.