Estaba a punto de terminar de leer los periódicos del domingo. Una amena actividad que además de mantenerme informada sobre los despropósitos de la humanidad en general y de los pobladores de esta mi querida España en particular, implica un magnífico ejercicio de autocontrol y sensatez para evitar salir a la calle y, desaforada, gritar a diestro y siniestro la imbecilidad de políticos, gobernantes, opositores y demás fauna que tantos ríos de tinta hacen desperdiciar cada día y que los ciudadanos contemplamos impasibles y mudos como si la chulería, el oportunismo y la mediocridad que caracteriza -hoy más que nunca- a la clase política de este país fuese lo más normal del mundo.
Quisiera pensar que este escandaloso adocenamiento intelectual en el que nos hallamos se debe más a la profunda tristeza provocada por el desencanto que a la falta de visión y embrutecimiento generalizados. Quisiera pensar…
Pues eso –que se me va la olla– decía que, casi acabada la puesta al día informativa, orgullosa por el triunfo de mi cordura y buenas maneras, un clic distraído sobre un enlace en mi Tuiter me lleva directamente a la imagen que a punto está de desbaratar lo que tanto esfuerzo le costó a mi madre. Esa ministrilla desaliñada, con aires de superioridad y lenguaje montaraz. Esa misma. Y no lo puedo remediar, oigan. Es verla y una ola de irracionalidad me recorre de pies a cabeza. Y me entran unas ganas terribles de encender un cigarrillo y volver a hablar de la nicotina, de las tertulias callejeras donde se fuma con premeditación, alevosía y nocturnidad, de las estufas exteriores, de los dueños de los bares que día a día dicen ver mermada su recaudación, de los chivatos puritanos erigidos en nuevos guardianes del orden público…
Sí, porque en este país donde todo lo arreglamos en corrillos y mentideros, mientras hablamos de humo vamos a ignorar el informe PISA, la incultura, la apatía, el desinterés y el creciente “ninismo” de nuestros niños. ¡Uy!, no sé si niño se ha convertido también en una palabra proscrita en aras de la igualdad que vocea esta y otras señoras (y señores) de la misma índole.
Porque mientras los casi cinco millones de parados -¿o debo decir personas que buscan empleo?- y los otros dieciséis que ya lo tenemos –aunque amenazado por reformas y con salarios mileuristas recortados desde junio– se dediquen a la vigilancia de la deontología anti-fumador o a romperse la crisma porque ahora resulta que la abuela fuma y eso está fatal, van a olvidar que ya no hay cheque bebé, que en febrero se termina la espectacular ayuda de 400 € a los desempleados sin subsidio, de la subida del IVA, la de las tarifas eléctricas, de la inflación que ataca de nuevo…; todo eso, mientras se respira aire puro, pasa a un segundo plano.
Y si por casualidad se nos ocurre recordar alguna de estas banalidades, algún pirata acérrimo defensor de la cultura del “todogratis” –ellos son así porque, no nos engañemos, desconocen completamente lo que cuesta transformar un folio en blanco en un poema, un artículo, una canción, un cuadro, un dibujo o cualquier otro tipo de creación que implique un esfuerzo intelectual o artístico– enarbolará la bandera de los derechos fundamentales, mezclará el culo con las témporas, armará un batiburrillo de mil demonios y nos mantendrán distraídos con la Sinde, la SGAE, los internautas y las descargas una buena temporada.
Pero si todo esto falla, no hay que preocuparse, siempre nos quedará la telemierda –como dice Pérez-Reverte– con buena dosis de polémica servida en bandeja de plata por alguno de los flamantes periodistas que obtienen su título en la Universidad de GH, las versadas e interesantísimas declaraciones de la “princesa del pueblo” o el politono del rey. Por recursos que no sea.
Reina. 17 de enero de 2011
Pingback: Tweets that mention Vendiendo humo | Diálogos de Libro -- Topsy.com
Pingback: La injusticia de la Ley Antitabaco @