Año Picasso: el maestro y el ‘Guernica’. I Parte.
En pleno siglo XXI ‘Geurnica’ es una imagen capaz de generar una densa encrucijada de significados, donde se entremezclan su poder de mito, icono popular y símbolo cultural ilustrado.
MenuNadie puede enjaular los ojos de una mujer que se acerca a una ventana, ni prohibirles que surquen el mundo hasta confines ignotos. Carmen Martín Gaite.
Joana Vasconcelos ama el color y el lujo barroco. Es punzante e irónica, local y global, elegante e inmensa. Representa el choque entre la realidad y la imagen, la contradicción entre la mujer tradicional y la contemporánea, la presencia femenina activa en la sociedad.
Imaginen una sala vacía, pletórica de luz lechosa. Junto al muro más amplio se alza una estructura metálica que, como una siniestra caña de pescar, alarga su tentáculo hacia el piso. Las garras que soportan el montaje abrazan una especie de círculo iniciático dibujado en blanco. Sobré él se acurruca una serie de telas superpuestas y colores llamativos. Un gancho, como un arpón, sujeta la parte superior de la figura textil aún amorfa. Cuando la grúa mecánica comienza a elevar la montaña de ropa, se va revelando su verdadera identidad: un burka. Al alcanzar a la cima, la prenda cárcel se desploma sobre suelo como un cristal hecho pedazos. Bajo ella asoma una ola furiosa de vestimentas femeninas de distintas procedencias, también occidentales. Son, para Joana Vasconcelos, los otros burkas que están ahí y casi nunca percibimos.
Estamos en 2002. La artista portuguesa lleva tiempo —no mucho— esculpiendo metáforas del mundo que le rodea. Lo hace guiada por la intuición, con materiales ajenos a la escultura tradicional, a través de una mirada conceptual (esto es importante) humorística y directa. También muy crítica y comprometida con la identidad femenina, el contexto social y la cultura.
Joana Vasconcelos ama el color y el lujo barroco. Es punzante e irónica, local y global, elegante e inmensa. Su arte representa el choque entre la realidad y la imagen, la contradicción entre la mujer tradicional y la contemporánea, la presencia femenina activa en la sociedad. Sus trabajos, realizados con materiales comunes (telas, botellas, medicinas, urinarios, duchas, utensilios de cocina, teléfonos, coches, azulejos…), buscan la reacción del espectador, al tiempo que reflexionan sobre el significado del arte.
El reconocimiento internacional le pilló de sorpresa en la Bienal de Venecia de 2005, donde se exhibió la espectacular escultura A Noiva (La Novia), una lámpara de araña compuesta por 25.000 tampones. Tras el éxito, llegó su primera individual en Londres. Era 2010. Bajo el título I Will Survive, la portuguesa exhibió un complejo universo de bordados, filigranas y crochet como alegoría del sexo, la ética y la tecnología. Semejante cruce de conceptos, materiales e imágenes le sirve de plataforma para expresar la problemática de género, recurrente a lo largo de toda su trayectoria artística.
La artista nació en París en 1971, donde sus padres se exiliaron durante la dictadura de Salazar. Ahora vive y trabaja en la zona portuaria de Lisboa. Afirma sentirse 100% portuguesa y acaba de construir una monumental instalación que se exhibirá en el Museo de Arte MassArt (MAAM) de Boston a partir del 22 de febrero. Valquiria Mumbet es el título de la pieza que, una vez más, ha cosido con telas. Esta vez con bellísimas y coloridas capulanas.
Estas prendas tradicionales de Mozambique las utilizan las mujeres para llevar a sus bebés, transportar leña, protegerse del sol y también como vestidos. La capulana es un símbolo femenino muy poderoso, un emblema de la identidad, el legado de una raza y un pueblo. En su primera exposición individual en suelo norteamericano, Joana Vasconcelos rinde homenaje a la afroamericana Elizabeth Freeman. Mum Beth nació esclava hacia 1744 en Claverack. Su férrea defensa de los derechos humanos fue fundamental para lograr la abolición de la esclavitud el estado de Massachusetts.
Volviendo al modelo conceptual del arte de Vasconcelos, es imprescindible destacar la importancia que para ella tiene la capacidad de comunicar. Más allá de lo físico, la obra de arte ha de trascender al contexto, a la sociedad concreta. De ahí su habitual conglomerado de estéticas, raíces culturales, tradiciones e influencias artísticas a la hora de construir su discurso. Ella, paradigma de la modernidad, no duda en “apropiarse” de la cerámica de Bordallo Pinheiro, el famoso gallo de Barcelos, la artesanía local, los oficios del pasado.
Lo mismo le sucede con respecto a los movimientos artísticos. Aunque se declara profundamente barroca e influida por Velázquez más que por Warhol, cita como referente a Louise Bougeois y toma prestados emblemas del readymade, como hizo en su serie Urinarios.
La cotidianidad (a menudo femenina) que impregna su trabajo adquiere normalmente una complejidad inesperada. A veces, incómoda. De hecho, la energía desbordante de sus piezas ha suscitado más de una polémica, sobre todo entre el público femenino “porque yo desnudo muchas cosas sobre las cuales las mujeres tienen miedo de reflexionar”, afirma. “Ese es el problema, y es que hay piezas que reflejan la paradoja de nuestros días: de lo privado a lo público; la mujer familiar, la mujer social, la mujer más tímida, la mujer más sexual, la mujer más inteligente o la mujer objeto. Porque hay muchas mujeres. Ahora ya no hay un patrón”.
Buen ejemplo es la controversia suscitada en París, allá por el 2012. Era verano. Joana Vasconcelos estaba eufórica: era la primera mujer invitada a exponer en el Palacio de Versalles. Claro que ese detalle era lo que menos le inspiraba. El entusiasmo se focalizaba en el contexto histórico, en la oportunidad desplegar en semejante espacio faraónico todo su discurso poético.
Preparaba la muestra con Jean-Jacques Aillagon. Todo iba sobre ruedas hasta que llegó Catherine Pégard. La nueva responsable del palacio y exconsejera de Sarkozy se mostró muy crítica con respecto a La Novia. No consideraba apropiado exhibir la pieza que Vasconcelos presentó como principal —al parecer, los tampones no eran dignos de tan sofisticado espacio. A punto estuvo de irse al traste todo el proyecto. “Me pareció curioso que una mujer fuera más conservadora que un hombre”, declaraba Vasconcelos.
Finalmente la directora reconsideró su postura y cedió ante el simbolismo de la obra.
La Novia, igual que Burka, Egeria, Mumbet y el resto de sus Valquirias (metáfora de la ocupación de los museos por las mujeres) refieren situaciones concretas, tradiciones, tabúes relacionados con la identidad femenina actual y pasada. Vasconcelos los representa como una crítica, una reivindicación; a veces, como un triunfo en vías de superación. Tampoco falta el sarcasmo y el sentido del humor, dejando espacio a interpretaciones abiertas, lejos de cualquier dogma.
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Burka, 2002. Instalación, telas, madera y grúa mecánica. Forma parte de la Colección MUSAC, Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León.
Egeria, 2018. Concebida especialmente para el Atrio del Museo Guggenheim Bilbao. Ganchillo de algodón tejido a mano, telas, aderezos, leds. Colección de la artista. © Joana Vasconcelos.
La Novia, 2001-2005. Colección António Cachola, Elvas.
Corazón independiente rojo, 2005. Cubiertos de plástico translúcido rojo, hierro pintado e instalación sonora. Museu Colecção Berardo.
Solitario, 2018. Llantas doradas de aleación, vasos de whisky de cristal, hierro metalizado, vidrio templado. Colección de la artista. ©Joana Vasconcelos.
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