
Junio ardiente.
En Madrid no es primavera hasta que junio te empuja a enfilar el parque temprano, antes de que los excursionistas urbanos adopten su condición de horda, tomando por asalto el espacio reservado a la poesía.
MenuSi hay poesía subterránea en mis palabras, solo tú lo sabes. En ti ha de acabar, puesto que fuiste tú su origen. José Hierro
Y cambias el libro por una cerveza y el sofá por una silla metálica. Y el sol sigue ahí. Y es más cálido de lo pensabas porque ya es marzo.
Esas mañanas de domingo en las que, pese al sol, tu máxima ambición es mimetizarte con el sofá y convertir tus manos en una especie de garfio enganchado a un libro. Y suena el teléfono y es tu amiga. Y cambias el libro por una cerveza y el sofá por una silla metálica. Y el sol sigue ahí. Y es más cálido de lo pensabas porque ya es marzo. Y mola. Esas mañanas…
Y la silla metálica es mucho más blandita que el sofá. Y tu amiga es la misma niña pequeña que saltaba a la comba contigo en el patio del colegio. La misma quinceañera que se enamoró por primera vez del chico más guapo de la clase. Ese que te encantaba y se ligó ella. Y tú te morías de envidia, pero sonreías al verlos tan felices y tan inconscientes. Porque era tu amiga y eso era lo único importante. La misma que te esperó mientras tú vivías tu vida loca. La misma a la que esperaste mientras ella vivía su vida loca.
Y es que hay mañanas de domingo que huelen a primavera.
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