Diálogos de Libro

Nadie puede enjaular los ojos de una mujer que se acerca a una ventana, ni prohibirles que surquen el mundo hasta confines ignotos. Carmen Martín Gaite.

Menu

El bucle

Te levantas, es tarde. Has dormido mal. Te duele la cabeza. Despacio, vas a la cocina. Piensas en todo y en nada, en ella... El bucle.

El bucle

Te levantas, es tarde. Has dormido mal. Te duele la cabeza. Despacio, vas a la cocina. Piensas en todo y en nada, en ella… El bucle. Te preparas un té.

Estas solo. Medio dormido todavía, sigues dándole vueltas. Llevas tanto tiempo pensando en ella que ya ni siquiera sabes cuándo fue la última vez que la viste, que hablasteis.

Aún no ha hervido el agua cuando suena el teléfono. ¡Qué sonido tan desagradable! Seguro que no es ella… Nunca es ella… Pero, ¿y si esta vez sí…? No lo crees. Nunca te pidió nada, nunca te prometió nada, tiene su vida, su mundo, ama su libertad, siempre te lo dijo. Sin embargo sigue ahí, en el tuyo, en tu cabeza; se cruzó en tu camino de repente, sin buscarla, sin quererlo.

Quizá ella también está pensando lo mismo ahora, o dentro de un rato, o lo pensó ayer y ya no. No lo sabes… Vuelve a sonar, ¡qué insistencia!, ¿quién será?…

Te da igual. Sólo quieres verla. Que vuelva mirarte como ella lo hace, sonriendo a medias, con esos ojos oscuros, profundos, que lo dicen todo, aún cuando calla, o tal vez porque calla, porque ella solo mira así “cuando se atreve”; eso dice… Que te roce la mano, como si no se diera cuenta, que te de dos besos cuando te saluda, a veces, tan cerca de tus labios…, suave, como si no quisiera.

Piensas, piensas que piensas y te imaginas pensando en algo diferente, es como un bucle; al final acabas volviendo al principio.

Alguien habla bajito, casi susurrando; ¡ah! la radio, ¿cuánto tiempo llevaba encendida?, no recuerdas haberla conectado. No recuerdas nada. En realidad no te importa, actúas como un autómata. Tu cabeza está llena de ella, mas no va a volver porque nunca estuvo…, o sí y nunca se fue…

– ¡Ahora el móvil, no puede ser! -pero ¿por qué no me dejarán en paz? No puedo siquiera desayunar tranquilo, sin oír nada, sin pensar en nada. Bueno, solo es un mensaje. Luego lo leeré…

Lo miras, ¡es ella! Otra vez te desarma. Otra vez te desconcierta.

Es domingo y llueve… Odias los domingos y la lluvia. Es tan inconsciente, tan divertida, y a la vez responsable, ¿formal? e inteligente…

¡Y tú muy tonto! Precisamente, te encanta por eso, porque te desconcierta, porque es imprevisible, porque se mueve como un péndulo y nunca sabes en qué momento va a cambiar de dirección. Parece tan frívola, como si todo le diera igual, como si lo único importante en su vida fuera salir por ahí, a su aire. Pero no. Le importan muchas cosas, casi demasiadas.

¿No estabas deseando que te llamara? Dudas. ¿Contesto ahora?, ¿ llamo? No, no. No me apetece hablar, todavía me duele la cabeza.

Vuelves al principio, al bucle, al imposible… Sin embargo, te sientes mejor porque sabes que te echa de menos. Eso dice…

Piensas, piensas que piensas y te imaginas pensando en algo diferente, y al final acabas volviendo al principio, otra vez. Mentalmente puedes verte pensar, pensando que piensas, en todo, en nada, en cualquier otra cosa que no sea ella.

Etiquetas

One Response to El bucle

Comments are closed.

Newsletter

La forma más sencilla de estar al día de todo lo que se publica en Diálogos de Libro.

Puedes ejercer en cualquier momento tus derechos de acceso, rectificación, cancelación y oposición sobre tus datos.

Relatos

El bucle

Te levantas, es tarde. Has dormido mal. Te duele la cabeza. Despacio, vas a la cocina. Piensas en todo y en nada, en ella… El bucle.

Ana M. Serrano

Fantasma.

La buscaba porque vivía oculta, al margen del ruido del mundo, de las miserias del mundo, de sus propias miserias. La buscaba porque sólo la intuía en la penumbra, como un fantasma de sí misma.

Ana M. Serrano

Junio ardiente.

En Madrid no es primavera hasta que junio te empuja a enfilar el parque temprano, antes de que los excursionistas urbanos adopten su condición de horda, tomando por asalto el espacio reservado a la poesía.

Ana M. Serrano

Los días azules.

Hay días así. Azules, blanditos. Días esponjosos que huelen a oxígeno, a cruasán de mantequilla, a libro de papel, a ratos de infancia.

Ana M. Serrano

Primavera, Notre Dame y otros delirios.

Es abril y llueve. Camuflada tras un visillo miro la lluvia caer y pienso. Y entonces recuerdo otra mañana igual de lluviosa y agreste, cuando no estaba en casa, sino en la calle.

Ana M. Serrano