Diálogos de Libro

Nadie puede enjaular los ojos de una mujer que se acerca a una ventana, ni prohibirles que surquen el mundo hasta confines ignotos. Carmen Martín Gaite.

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Lo Último

Pandora…

Pandora…

— Toma este ánfora, bella Pandora, es para Prometeo. En ella he encerrado todos los males y desgracias que conozco. Deberás embaucarle y seducirle consiguiendo que destape la vasija de forma que su contenido se esparza por la Tierra y los hombres no puedan volver a ser felices.

Ana M. Serrano

Como la vida misma

Como la vida misma

A parte de de calcular el momento exacto para recoger a Luis justo antes de que cierren la puerta del colegio y justo después de que la jauría de amantísimas mamás se hayan esfumado librándome así de los comentarios y angustias varias sobre cómo torturan a sus adorables vástagos -tan capullos como el mío, por cierto, pero mucho mejores, ¡dónde va a parar con esa madre que siempre llega tarde!- con exámenes y deberes, llevarlo al baloncesto, esperar hora y media en la grada, congelada, aburrida y asintiendo como lerda a la misma conversación absurda que había conseguido evitar en colegio…, a parte de tan excitante planazo, tengo libre el resto del tiempo.

Ana M. Serrano

Arcones secretos III

Arcones secretos III

… dibuja en su piel cada palabra y cada beso, engulle sin medida, talla en su alma cada deseo y cada suspiro, graba en su memoria cada segundo porque sabe que se va a aferrar a esta noche durante miles de otras noches heladas. Porque Blanca, inconsciente —o no—, intuye que todo es una quimera, un coma de la razón, un segundo efímero, un delicioso delirio que nadie jamás nadie le podrá arrebatar.

Ana M. Serrano

Arcones secretos II

Arcones secretos II

Palabras abandonadas a su suerte, palabras convertidas en susurros, susurros que se evaporan en sus labios cada vez más próximos, cada vez más húmedos. La mirada de Blanca, enorme, se hace irresistible para Jaime que se zambulle en ella incapaz de pensar en nada más.

Ana M. Serrano

Arcones secretos

Arcones secretos

Una de esas noches de principios de julio. Una de esas noches sofocantes y dulces.

Ana M. Serrano

Vendiendo humo. Desahogo-I

Vendiendo humo. Desahogo-I

Estaba a punto de terminar de leer los periódicos del domingo. Una amena actividad que además de mantenerme informada sobre …

Ana M. Serrano

Letras en el Sahara

Letras en el Sahara

¿Por qué hoy un libro y por qué precisamente este libro: Estás en la luna? Porque es precioso, porque es …

Ana M. Serrano

Cuatro

Cuatro

No existe más espacio, ni surco.

Ana M. Serrano

Espectáculos bochornosos

Espectáculos bochornosos

Ayer, media España contemplaba, contemplábamos, a veintidós tipos que le daban patadas a un balón y, en cuanto podían, se …

Ana M. Serrano

Ellos

Ellos

Una pasión infinita, pagana, mórbida, casi obsesiva, inconcebible y enfermiza para algunos, codiciada por otros, a veces incomprendida, eternamente mágica. …

Ana M. Serrano

Mi señor

Mi señor

Mi señor, desde este oculto presidio, cautiva entre los muros pesados y fríos de la rutina, desde esta ordenada celda …

Ana M. Serrano

Micro-diálogo

Micro-diálogo

_ Hoy vamos a jugar a que me he ido; yo ya no estoy y tú no existes. _ ¿Te …

Ana M. Serrano

Silencios

Silencios

Lo más duro fue el silencio. Lo que siempre callaste, lo que nunca te dije, lo que nunca supimos… Fue …

Ana M. Serrano

Amigos.

Amigos.

Aprovechaban la hora del recreo para escaparse del “cole”. Entraban al Retiro subidos en la moto, sin casco, riendo, pasando …

Ana M. Serrano

Angustia

Angustia

Paisajes desolados, fríos, parajes baldíos de mi alma que no llena tu mentira. Que esa mano tendida es una puerta …

Ana M. Serrano

Casualidad-III

Casualidad-III

Desde aquella tarde, marcado por el sabor de un beso y el recuerdo de una mujer, sobre las siete entraba …

Ana M. Serrano

Casualidad-II

Casualidad-II

El local se fue llenando de gente, de ruido, de conversaciones, de calor, de humo… Ellos no oían nada ni …

Ana M. Serrano

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      Lucia Joyce: la bailarina arco iris.

      Lucia Anna Joyce nació en 1907, en la sala para indigentes de un hospital de Trieste. En aquel momento sus padres, James Joyce y Nora Barnacle, vivían en Italia como refugiados tras huir de las miserias de Dublín.

      Ana M. Serrano

      Relatos

        El bucle

        Te levantas, es tarde. Has dormido mal. Te duele la cabeza. Despacio, vas a la cocina. Piensas en todo y en nada, en ella… El bucle.

        Ana M. Serrano

        Fantasma.

        La buscaba porque vivía oculta, al margen del ruido del mundo, de las miserias del mundo, de sus propias miserias. La buscaba porque sólo la intuía en la penumbra, como un fantasma de sí misma.

        Ana M. Serrano

        Junio ardiente.

        En Madrid no es primavera hasta que junio te empuja a enfilar el parque temprano, antes de que los excursionistas urbanos adopten su condición de horda, tomando por asalto el espacio reservado a la poesía.

        Ana M. Serrano

        Los días azules.

        Hay días así. Azules, blanditos. Días esponjosos que huelen a oxígeno, a cruasán de mantequilla, a libro de papel, a ratos de infancia.

        Ana M. Serrano

        Primavera, Notre Dame y otros delirios.

        Es abril y llueve. Camuflada tras un visillo miro la lluvia caer y pienso. Y entonces recuerdo otra mañana igual de lluviosa y agreste, cuando no estaba en casa, sino en la calle.

        Ana M. Serrano

        Escritores

          El Madrid de Benito Pérez Galdós. II.

          Benito Pérez Galdós, dotado de una capacidad de observación extraordinaria, toma buena nota de la evolución capitalina, transformándola en palabras. Páginas imprescindibles para entender el contexto social e histórico de la época.

          Ana M. Serrano

          El Madrid de Benito Pérez Galdós. I.

          Pese a las diferencias y las ínfulas de modernidad europeo-contemporáneas del Madrid del siglo XXI, es fácil hallar en él infinidad de vestigios galdosianos. Calles que todavía existen, improntas castizas que han desafiado (y superado) al paso del tiempo.

          Ana M. Serrano

          El Madrid de Pío Baroja, sus casas y sus gentes. II.

          Después de la contienda y el exilio en París, Pío Baroja regresa a Madrid. Es 1940. Tiene entonces 68 años y cerca de cien libros publicados. Se instala en el cuarto piso de la calle Ruiz de Alarcón 12.

          Ana M. Serrano

          Minipost

            Vértigo

            Vértigo: Trastorno del sentido del equilibrio caracterizado por una sensación de movimiento rotatorio del cuerpo o de los objetos que lo rodean.

            Ana M. Serrano

            Nunca nos dejan en paz.

            El pueblo llano, cuando reza, pide lluvia, hijos sanos y un verano que no acabe jamás.

            Ana M. Serrano

            Cuatro

            No existe más espacio, ni surco.

            Ana M. Serrano

            Micro-diálogo

            _ Hoy vamos a jugar a que me he ido; yo ya no estoy y tú no existes. _ ¿Te …

            Ana M. Serrano